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miércoles, 3 de febrero de 2010
LA TIERRA Y LOS CIELOS SE CASAN EN LA ALABANZA
Los salmos y la ecología
Los salmos expresan una actitud de comunión con el universo que podemos hoy denominar como una “espiritualidad ecológica”. Varios de ellos eran poemas pre-israelitas en adoración a los elementos de la naturaleza. Asumiendo ecuménicamente estos himnos de antiguas culturas del Oriente, las comunidades los integran en la alabanza de la humanidad que celebra la alianza de amor que Dios hizo con toda la creación y de la cual el ser humano es llamado a ser testigo y mediador a través de una opción de misericordia con todos los oprimidos y con la propia creación.
1. Buscando el cántico
del universo
Hace muchos años, hice amistad con un viejo sabio de la nación bororo que sobrevive en las márgenes del río São Lourenço, en el Mato Grosso. El gustaba de contarme “el modo de ser” de los antiguos de su pueblo, y yo era feliz escuchándolo. Un día, él me confió:
Nuestros antepasados enseñaban que cada uno de nosotros tiene un cántico propio, un canto que sólo cada uno sabe en su intestino [dentro de sí]. Lo mismo los animales y las plantas, el río y el bosque cantan dentro de sí mismos. Hasta la tierra posee su canto secreto. Los hombres de los sueños descubren el canto de la tierra y curan los males de la gente.
Otro día, escuchando a una profesora de bio-danza decir que cada uno de nosotros tiene su música interior, me acordé del viejo indio y del canto de la tierra y de la naturaleza.
Salí de allí y participé de un oficio litúrgico. La comunidad cantó el Sal. 148 y me pareció estar participando del mismo movimiento. He aquí algunos de los versos del salmo, en una de las versiones del Oficio divino de las comunidades:
1 ¡Alabad al Señor en los altos cielos!
¡Alabadle, ángeles todos en las alturas!
2 ¡Alabadle, sol y luna, cielos y estrellas!
¡Alabadle, nubes, bellas criaturas!
3 Alaben en la tierra todos a su Señor,
los abismos profundos a cantar:
huracanes, truenos, densas nieblas,
¡su Palabra a cumplir y celebrar!
4 Alaben montes, cuestas y bajadas;
alaben árboles, pinos y frutales;
alabe todo lo que vuela y lo que se arrastra,
animales de la floresta y domésticos.
Este y otros salmos inspiraron a Francisco de Asís a componer su “Cántico de las creaturas”. Como aprendí a hacer de los salmos la base de mi oración, gusté de ver reflejado en el salterio esta profunda relación con la tierra y toda la creación.
Decidí profundizar cómo aparece en los salmos esta búsqueda de comunión con el universo, que es una de las más profundas señales de nuestros tiempos. Descubrí que en el ámbito de la experiencia de la alianza con el Señor, que se revela cual Madre cariñosa de Israel, los salmos nutren una actitud de comunión con el universo que, hoy, podemos denominar como una “espiritualidad ecológica”.
Quiero ahora compartir con ustedes algo de esta meditación. Para mí no se trata de investigar lo que dicen los salmos sobre ecología o ambiente. Sugiero otro camino. Sabemos que algunos de los salmos provienen de los antiguos ritos cananeos y de los pueblos vecinos, que practicaban cultos a la naturaleza, a la fertilidad de la tierra y al poder del sol. Descubriendo, cada vez más, cómo el pueblo bíblico mantuvo una fuerte relación con la cultura de estos pueblos, invito a ustedes a que recordemos algunos aspectos de los cultos cananeos y a ver después cómo los salmos trabajaron esta relación religiosa con la naturaleza. Descubriremos así lo que la Palabra de Dios nos puede decir sobre este asunto.
2. Los cultos de los pueblos
vecinos de Israel
En Canaán, corredor geográfico y cultural del Oriente Medio, las costumbres y los ritos de pueblos como los egipcios, los cananeos y los fenicios, se mezclaron profundamente. Desde antes de la implantación de la monarquía hasta los tiempos de los profetas, lo mismo que después del exilio, la alianza con el Señor (yavismo) convivía con ritos de los pueblos vecinos. Relatos como el de la serpiente de bronce en el desierto y el del becerro de oro, revelan que Israel asumió algunos elementos del culto cananeo, en tanto que censuró otros que le parecían incompatibles con la fe en el Señor.
La religión cananea buscaba el equilibrio de la naturaleza y la fertilidad de la tierra para que diese buena cosecha al pueblo. Había lugares especiales como jardines de fecundidad, árboles sagrados como el roble y el terebinto, en los cuales se hacían algunos juicios especiales. El propio Abraham recibió la visita de Dios cuando estaba bajo el roble de Mambré (Gn. 18, 1).
Había un monte sagrado (el Monte Safon o “montaña del Norte”). Para los cananeos, era la morada de los dioses, como el Olimpo para los griegos. El Sal. 48 llega a decir polémicamente: “El verdadero Safon [morada de Dios] es Jerusalén” (Sal. 48, 3). El pueblo acudía también a lugares especiales como Guilgal (el círculo de piedras, cerca de Jericó) y Baal-Peor, cerca del Mar Muerto (Js. 13, 20).
Además de eso, cada ciudad honraba su Baal, como dios de la ciudad y protector del suelo. De estos baales, El, representado por el toro, era el dios supremo, y Asherá, su esposa. Ella era representada por un poste sagrado que se erguía cerca de los santuarios, como símbolo de la fecundidad (cf. Dt. 16, 21). Dagon era el gran maestro del grano, creador del trigo y del arado; Hadad era el dispensador de la lluvia necesaria a la tierra; Astarte era la dama del amor y de la fecundidad; Nergal, representada por la serpiente de bronce, era una divinidad curadora. Así pues, los israelitas vivían al lado de los cananeos, quienes seguían siendo devotos de sus baales y astartes. Varias de los salmos bíblicos preservan trazos de estos ritos para restaurar el equilibrio de la naturaleza y hacerla amiga de la humanidad.
Al luchar contra la idolatría, Oseas, en uno de los textos bíblicos más importantes para la ecología, presenta al Señor como el esposo de la tierra:
Haré una alianza con los animales salvajes, con las aves del cielo y los reptiles de la tierra... Me casaré contigo para siempre. Me voy a casar contigo en la justicia y en el derecho, en la ternura y en el cariño... En aquel día escucharé el cielo y éste escuchará a la tierra [armonía universal], la tierra escuchará al trigo, al vino y al aceite, y éstos escucharán a Yizreel (Os. 2, 20-24).
3. El suelo de los salmos antiguos
El lenguaje arcaico de muchos salmos, la referencia a ritos más antiguos y la coincidencia de poemas semejantes que se encuentran en la literatura oriental, han permitido a los exégetas pensar que varios salmos, como el 19, el 29, el 82, el 104 y otros, provienen de poemas cananeos y de oraciones que se hacían a la naturaleza. Analizando dos o tres de ellos, podremos observar mejor cómo ellos expresan y alimentan una relación de alianza con Dios, de la cual el amor y comunión con la naturaleza hace parte importante. Es una “espiritualidad ecológica”.
4. Una oración para “amansar”
tempestades (un posible origen del Sal. 29)
1 Salmo de David (en la versión de los LXX se agrega: “para cerrar la Fiesta de las Tiendas”)
¡Hijos de Dios (seres divinos), aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor!
2 Aclamad la gloria del Nombre (sm = nombre o persona) del Señor,
adorad al Señor en su atrio sagrado.
3 La Voz del Señor sobre las aguas, el Dios de la gloria truena,
el Señor sobre las aguas torrenciales.
4 ¡La Voz del Señor con poder, la Voz del Señor en el esplendor!
5 La Voz del Señor despedaza los cedros,
despedaza el Señor los cedros del Líbano,
6 hace al Líbano brincar como un novillo y al Sarión como cría de búfalo.
7 La Voz del Señor lanza (hzb = lanza) chispas de fuego,
8 La Voz del Señor sacude el desierto (hyl quiere decir: hacer retorcerse como una serpiente),
sacude el Señor el desierto de Cadés.
9 La Voz del Señor retuerce (hil = hacer parir) los robles y descuaja las selvas.
En su templo, un solo grito: ¡Gloria! (kabod = peso, gloria).
10 El Señor se sienta sobre el diluvio.
El Señor se sentó. Es rey para siempre.
11 El Señor fortifica a su pueblo,
el Señor bendice a su pueblo con la paz 1.
Quizá éste sea el salmo más antiguo del repertorio litúrgico de las poblaciones cananeas que habitaban en la Palestina antes de Israel. Es probable que el mundo indígena pre-israelita cantase el núcleo central de este himno a Baal-Hadad, el dios de la tempestad fundadora y devastadora 2.
En los documentos descubiertos en Ugarit se lee que, en la antigua mitología cananea, la tempestad era vista como el orgasmo cósmico de Baal Hadad, o Marduc. El núcleo primitivo (probablemente del v. 3 al v. 9) era, entonces, como en nuestras religiones amerindias o negras, una invocación a la manifestación de Dios en la tempestad (¿así como en la religión de los orixás se invoca a Iansã?).
El salmo se inicia con una especie de invitación a la alabanza, semejante al de las entronizaciones de los reyes antiguos (vv. 1-2).
El cuerpo del himno (vv. 3-9b) contempla la voz de Dios:
a) en el trueno —es voz sobre las aguas oceánicas (que eran vistas siempre por los cananeos e israelitas como eco del peligro y señal de la morada de Leviatán, monstruo marino);
b) en el trueno sobre los montes del Líbano, imponentes e inóspitos, que para el pueblo de Dios fue lugar de exilio (ver el Sal. 42), y de donde vinieron muchos invasores para amenazar la vida y la libertad del pueblo;
c) en el trueno del desierto que gime y sufre como una mujer al dar a luz. De hecho, fue en el desierto, y a partir del desierto, que el pueblo recibió una vida nueva.
Finalmente, una conclusión (vv. 9c-11) muestra que el Señor se sienta sobre la naturaleza y reina sobre todo el universo, incluso las fuerzas hostiles del cosmos.
Podemos, tal vez, extrañar el hecho de que un salmo que se atribuye a los cananeos, en once versículos contenga diez veces el nombre del Señor (el tetragrama sagrado). Esto quiere decir que las comunidades israelitas asumieron el núcleo de una oración antigua, pero la transformaron de un himno dirigido a la tempestad a la condición de un himno en la tempestad, o lo que es lo mismo, de la tempestad expresada por la voz de los que cantan al Señor Dios de la alianza:
El tema fundamental es Dios, y la tempestad es señal del misterio de Dios. En este sentido, se puede hablar de un canto de la naturaleza tan común en los modelos literarios medio instintivos de todos los primordios de la poesía de los pueblos 3.
En hebreo, el sonido dominante qôl crea un cierto ambiente onomatopéyico. Como un eco, qôl se esparce en palabras que aparecen en cada línea: kabod, bekoh, levbanon, sirion, lahbot, yeholet, ye ‘arot, y otras. Es un sonido que se repite y resuena como un trueno, una tempestad. Es importante notar que para exorcizar la tempestad, ella es asumida y representada. Este mismo método es usado en nuestras religiones populares.
Como debe ser una oración fuerte, la Voz del Señor en estos elementos de la naturaleza es invocada siete veces, el número de la totalidad. Siete veces este salmo inicia sus versos diciendo: ¡Voz del Señor! La repetición tiene la fuerza de reforzar la eliminación del peligro. Siete veces resuena el sonido del trueno. Queriendo hacer una relectura cristiana y alegorizante del salmo, algunos de los antiguos padres de las iglesias comparaban “estas siete voces” con los siete dones del Espíritu Santo que se manifiestan en la naturaleza y vienen a consolar y fortalecer al pueblo de Dios.
En ciertas tradiciones populares antiguas del cristianismo, el pueblo usaba este salmo en tiempos de sequía, cantándolo o en procesiones para invocar la lluvia (como también parece haber ocurrido con el Sal. 40), o recitándolo para exorcisar flagelos.
5. Un poema
a la fuerza erótica del sol: salmo 19
1 Salmo de David para el maestro de coro
Los cielos manifiestan la gloria de Dios,
y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
2 Un día hace declaración a otro día (nb’ = pasa; implica el matiz de esparcir con entusiasmo y fervor: cf. Sal. 78, 2; 119, 171; 145, 7),
y una noche muestra sabiduría a otra noche.
3 Sin lenguaje, sin habla, se oyen sus voces,
4 en toda la extensión de la tierra (llega su eco) (qewwaham = cuerda, o su vibrar, proclamar),
y sus palabras hasta el fin del mundo.
En ellos puso una tienda para el sol,
5 que es cual novio que sale de su tálamo,
y se alegra como un héroe al correr su camino.
6 Su salida es desde un extremo de los cielos,
y su curso hasta el otro extremo de ellos;
y nada escapa a su calor.
7 La ley del Señor es perfecta y refrigera el alma;
el testimonio del Señor es fiel,
y da la sabiduría a los simples.
8 Los preceptos del Señor son rectos y alegran el corazón;
el mandamiento del Señor es puro e ilumina los ojos;
9 el temor del Señor es limpio y permanece eternamente;
los juicios del Señor son verdaderos y justos juntamente;
10 más deseables son que el oro, sí, que mucho oro fino;
y más dulces que la miel y el licor de los panales.
11 También por ellos es amonestado tu siervo,
y en guardarlos hay gran recompensa.
12 ¿Quién puede entender los propios yerros?
Expurgame Tú, de los que me son ocultos.
13 También de la soberbia guarda a tu siervo,
para que no se enseñoree de mí;
entonces seré sincero y quedaré limpio,
de gran transgresión.
14 ¡Sean agradables las palabras de mi boca,
y la meditación de mi corazón, ante tu faz, Señor,
roca mía y liberador mío!
(Traducción de João Ferreira de Almeida)
Este es uno de los salmos más queridos por las comunidades cristianas populares. En Brasil, él tiene varias versiones. Una de las más conocidas es la paráfrasis compuesta por Zé Vicente: “Llegó la hora de la alegría; vamos a oír esta Palabra que nos guía”.
Para ver cómo este salmo se inserta en una espiritualidad ecológica, no necesitamos entrar en la discusión de los exégetas acerca de si él es la yuxtaposición de dos salmos distintos, o si es una pieza única con dos partes complementarias. Basta que analicemos su primera parte (vv. 1-6 o, en otras versiones, vv. 2-7).
Cuando canto este salmo, siempre me acuerdo de las palabras de mi amigo indio sobre la canción propia que cada ser entona en el universo.
Si en el Sal. 29 resuena la voz de la tempestad, éste es un cántico calmo y luminoso como una mañana de verano en el campo. En la primera parte, los personajes son cuatro: el firmamento (paralelo formado con los cielos), el sol, la noche y el día. La tierra no aparece como protagonista, porque a ella es dirigido el mensaje. Es ella la que debe escuchar la proclamación del firmamento y el canto del universo.
Luego, en el primer verso aparecen los actores cósmicos. Los cielos (significa lo más íntimo del cosmos, el mundo divino) manifiestan; el firmamento (la bóveda celeste) anuncia; un día hace declaración, esto es, pasa, comunica la noticia; una noche muestra sabiduría (en el sentido de saborea, o la revuelve, susurra). Es ciertamente una de las palabras bíblicas donde aparece más fuerte el universo como una epifanía, una manifestación divina. En el diálogo con las religiones negras e indígenas, este salmo nos puede ayudar a comprender los orixás y entidades de la naturaleza como “manifestaciones” de la divinidad (para nosotros, del Dios único).
Esta relación con religiones de la naturaleza que tenemos entre nosotros, no es extraña al salmo porque la mayoría de los exégetas concuerdan en que su núcleo original era un himno cananeo, quizá cantado en un santuario "hierogámico" en el cual se celebraban las nupcias místicas de dos divinidades: el sol y la tierra, representados en dioses del panteón oriental 4.
La comunidad israelita que asumió este himno cananeo, lo retrabajó. Lo dedicó a David y lo insertó en la colección yavista del salterio. Sin embargo respetó su movimiento original. Mientras en la segunda parte el nombre divino es siempre YHWH (el Señor), en la primera parte es El, el nombre común y tradicional (cananeo) de Dios.
Según el salmo, el mensaje de la naturaleza no nos llama para sí misma. R. Guardini decía que la naturaleza tiene una estructura simbólica. Es evangelio, no de sí misma, sino de otro. ¿Qué es lo que los cielos manifiestan, el firmamento anuncia, un día pasa a otro? El salmo lo resume en dos palabras que en el poema aparecen como paralelas: la gloria (kabod) y la obra (acción) de Dios. Calvino decía que el universo es el theatrum gloriae Dei.
En el siglo IV, Atanasio de Alejandría comentaba este salmo diciendo:
Por su belleza y grandiosidad, el firmamento es un predicador prestigioso de su Artesano, y su elocuencia llena el universo 5.
En su versión de la Biblia, Lutero tradujo el v. 4 en el sentido de que los cielos y el tiempo hablan todas las lenguas y no hay lengua o idioma en que no se oiga su voz. (Nos recuerda la acción del Espíritu Santo en Pentecostés).
Afirmada esta Palabra de Dios que son los elementos del universo, el salmo evoluciona hacia un segundo momento cantando que en este universo Dios arma una tienda para el sol. La versión del salmo en el Oficio divino de las comunidades dice: “Dios hizo un barracón para el sol; allí comienza su misión” 6.
En hebreo, la palabra para sol es femenina. Mantiene la herencia de una cultura que veía al sol como una energía maternal fecundadora. No obstante, el salmo cambia la imagen. Presenta al sol como un atleta que, durante el día, corre de uno a otro lado del mundo, y a la noche, como un esposo, entra en su tálamo nupcial para salir de nuevo, contento, a la mañana siguiente. El salmo no habla de esposa, ni deja entender que el universo es fecundado por el sol. La fuerza del sol es su luz, su semen sería el calor. El último verso de esta parte dice: “Nada esquiva (escapa) su calor”.
El salmo comienza su segunda parte, completando: La ley del Señor es perfecta (es la perfección) y refrigera el alma (esto es, vence el calor). La Palabra de Dios en la Torá perfecciona la Palabra en la Creación, y se torna más próxima al pueblo.
6. El universo manifiesta
el nombre de Dios (salmo 8)
1 Del maestro de coro. Según la... (guittit = ¿prensa?). Salmo de David.
2 Señor, nuestro Señor (= ‘adonenu)
¡cuán magnífico (‘addir = grandioso) es tu nombre (sem = presencia) por toda la tierra (ha ‘arez = la tierra en el sentido de región, continente)!
Mejor que los cielos, ella canta tu esplendor.
3 Por la boca de los pequeñines y de las criaturitas de pecho,
fundaste una fortaleza (‘oz = baluarte, fortaleza) contra tus adversarios,
para reducir al silencio al enemigo vengativo.
4 Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que fijaste...
5 ¿Quién es el hombre para que en él pienses,
y el ser humano para que de él te ocupes?
6 Casi un dios lo hiciste; tú lo coronas de gloria y de esplendor;
7 tú lo haces reinar (msl = ser jefe) sobre las obras de tus manos;
todo lo sometiste a sus pies:
8 el rebaño y el ganado todo, los animales salvajes,
9 los pájaros del cielo y los peces del mar,
todo lo que recorre los caminos de los mares.
10 Señor, nuestro Señor, ¡cuán magnífico es tu nombre por toda la tierra!
(Bíblia, Tradução Ecumênica) 7.
En julio de 1969, el papa Pablo VI recibió en audiencia a los astronautas N. Armstrong y E. Aldrin, quienes algunos días antes habían sido los primeros hombres en pisar la luna. Pablo VI les entregó una placa que contenía el Sal. 8. Este gesto podría significar que este salmo es una referencia actual para los creyentes, pero podría también ser interpretado como una exaltación de la conquista y exploración del universo, en una línea legitimadora de la “vanidad moderna de poder controlar y manipular sin límites toda la creación” 8.
Interpretarlo en una línea anti-ecológica, ciertamente va contra el sentido más profundo del salmo, que nació ligado a los antiguos cánticos de la naturaleza. Algunos exégetas creen que el origen de este salmo fue la contemplación nocturna del cielo de Oriente. El salmista quedó tan extasiado con la belleza del cielo estrellado, que su corazón irrumpió en este himno de alabanza 9. Muchos hacen el paralelismo entre este salmo y varios poemas de la literatura oriental antigua, y principalmente con un himno de la XVIII Dinastía egipcia, confirmando su vinculación a cultos ligados a la naturaleza.
En tanto que el Sal. 19 es una alabanza al sol, el Sal. 8 contempla la noche, la luna y las estrellas. Es un himno con un estribillo que hoy se repite al inicio y al final (quizá antiguamente se repetía cada dos versos). De los vv. 3 al 9, el himno asume un tono personal. Algunas expresiones (como ‘adonenu) sólo aparecen en la Biblia después del exilio, en la época persa (cf. Ne. 10, 30), y la propia teología de la creación que el salmo contiene parece suponer ya escrita la primera página de la Biblia, que se cree proviene de esta misma etapa de la historia. De cualquier modo, se reconoce en el salmo un núcleo más antiguo que puede provenir incluso de la época de David, como sugiere el título tradicional.
Nuevamente, en este salmo el universo aparece como manifestación de Dios, como en otros lugares de la Biblia (veáse Pr. 3, 19; Jr. 10, 12; Eclo. 3, 11).
Cuenta un mito egipcio que Aton-Ra, el gran dios, tiene muchos nombres. Cada uno de ellos es expresión de su ser. Sin embargo, tiene uno que es su propia esencia. Es la razón de su poder. Un día, la diosa Isis quiso robar este nombre para tener el poder de Ra. Este lo escondió, y a causa de ello acontecieron varias desgracias. El Sal. 8 pareciera ser una polémica contra este mito. El salmo comienza diciendo que el nombre del Señor está esparcido por el universo. Todo el cielo revela el nombre del Señor, su persona, su presencia, su poder. La traducción que he seguido dice que “mejor que los cielos, ella (la tierra) canta tu esplendor”. Es un texto cuyo original es oscuro y, en general, las traducciones traen algo como: “Exaltaste tu majestad sobre el cielo” (Ivo Storniollo), o: “pues pusiste tu gloria sobre los cielos” (Almeida), o: “tu majestad que se alza por encima de los cielos” (Biblia de Jerusalén).
En ningún otro lugar de la Biblia encontré la expresión de que los cielos son “obra de tus dedos” (v. 4). Por lo general los textos dicen “obra de tus manos” o “tu creación” (cf. Sal. 19, 2; 28, 5; 102, 26; 103, 22; 143, 5). La mención detallada de los dedos indica la obra de un artesano. Por eso el verso insiste en que todos los astros se hallan fijos en un lugar en el cielo. La visión es de un gran orden en el universo. Este orden da testimonio de Dios.
Es ahí que el salmo confronta tanta grandeza del cielo y del nombre de Dios, con la pequeñez del ser humano en la tierra. El Oficio divino de las comunidades canta así:
Mirando este cielo que modelaste, la luna y las estrellas que contiene,
¿qué es, oh Señor, el ser humano para merecer tanto cuidado?
Esta pregunta, “¿qué es el ser humano?”, ocupa el centro del salmo (de los diez versículos es el versículo 5), y es importante que se la plantee en este contexto de la discusión ecológica. No nos interesa una ecología que no tenga como centro a la persona humana, y específicamente al pueblo oprimido, la especie animal más amenazada de extinción.
El salmo afirma que Dios hizo al ser humano un poco menos que un dios, y lo coronó de gloria y esplendor. La coronación con gloria sugiere un escenario real (cf. Sal. 21, 6; 45, 4). El ser humano es rey del universo de Dios. Pero las expresiones usadas aplican al ser humano el tipo de ritos y palabras que era común se usaran con los reyes vasallos y gobernadores de Oriente, como los sátrapas de las provincias persas.
Hoy, es peligroso decir: “todo lo sometiste a sus pies”. Es un lenguaje de conquista de los enemigos, usado aquí para hablar de la sumisión de los animales a la humanidad. En los antiguos ritos orientales, esta postración (proskenese) se hacía ante el gobernador para significar sumisión al rey. En este sentido, las palabras del salmo no hacen del ser humano un señor absoluto y tiránico, sino un gerente o administrador del universo en nombre de Dios. El ser humano es rey, no obstante tiene una responsabilidad inmensa con la justicia que es debida a los pobres, y con la alegría de los montes y colinas, pastizales y ríos. (Eso aparece con mayor claridad en el Sal. 72).
El pueblo de Israel nunca interpretó este salmo en el sentido de una legitimación de la conquista del universo, sino en el sentido del hombre mesiánico que viene a restaurar la creación y a realizar la armonía entre todas las creaturas y a reconciliar buey, burro y león, niño y serpiente (conforme Is. 11). También en el Nuevo Testamento este salmo fue interpretado en el sentido mesiánico (cf. Hb. 2, 6-9; 1Cr. 15, 27; Ef. 1, 22).
7. La espiritualidad ecológica
en los salmos (una tentaviva de conclusión)
Lo que aquí hemos hecho, sirve apenas como una muestra parcial y limitada. Podríamos todavía profundizar en salmos como el 104 (basado en un antiguo himno egipcio), el 65 (un cántico de primavera), el 148, y muchos otros. Estos ejemplos pueden darnos indicaciones sobre cómo los salmos expresan la pertenencia y la comunión con el universo.
7.1. Dimensión ecuménica
En décadas pasadas, la Biblia fue acusada de ser corresponsable por la ideología que provocó tanta destrucción del ambiente. La crisis ecológica sería consecuencia de una concepción bíblica y teológica cristiana que habla del ser humano como señor del universo y le da poder para dominar la tierra, explotándola y destruyéndola, en vez de relacionarse amorosamente con ella 10. De hecho, muchas veces los textos bíblicos fueron leídos en una perspectiva anti-ecológica. Tenemos que corregir esto.
En comparación con la mística ecológica que aparece en libros sagrados de otras religiones, el mensaje ecológico presente en los salmos de la Biblia es relativamente poco o pobre. Hay salmos que expresan una profunda sintonía con el universo, pero en general esos textos son pre-israelitas; ligados a las religiones de los pueblos vecinos.
Al asumir estos textos, la Biblia revela una apertura ecuménica que valora el núcleo inicial en lo que tiene de comunión ecológica, y lo corrige en lo que tiene de idolátrico o panteísta. Hoy, somos llamados a continuar este “diálogo” que, en otro contexto y de otro modo, aparece en los salmos.
El hecho de que entre los grandes textos religiosos de la humanidad, la Biblia no sea el que más se caracteriza de manera explícita por una sensibilidad y mentalidad ecológicas, nos puede ayudar a buscar la Palabra de Dios en otras culturas. No disminuyendo o relativizando el carácter único de la revelación bíblica. Al contrario, con la luz de la Palabra en la Biblia, reconoceremos mejor lo que Dios nos quiere decir por medio de otras culturas y religiones. Esta dimensión ecuménica es ciertamente el primer y más importante elemento de una espiritualidad ecológica.
7.2. La alianza de la creación
Mientras otras corrientes espirituales hablan de naturaleza, la Biblia habla de creación. Esto significa reconocer que el universo viene de Dios. Conforme a los salmos y la totalidad de la Biblia, todo lo que existe fue generado por una Palabra:
El cielo fue hecho con la Palabra del Señor, y su ejército por el soplo de su boca... El dice y la cosa acontece (Sal. 33, 6.9).
El universo tiene su fuente en una Palabra escuchada y participada en un diálogo divino. Los libros sapienciales hablan de la sabiduría que estaba junto a Dios en la creación. Los evangelios hablan del Verbo de Dios y afirman: ¡es su Hijo!
El universo es manifestación de la presencia de Dios, porque testimonia un gran acto de amor. Frente a la creación, está como partícipe de una relación amorosa. Este casamiento es la primera alianza bíblica, y no es apenas una preparación o figura de otra más perfecta. En ella el Verbo de Dios ya está presente (“Por El todo fue creado”; El mantiene el universo por el poder de su Palabra: Jn. 1, 2 y Hb. 1, 3).
La espiritualidad ecológica nos ayuda a descubrir que el ser humano está en el centro de la creación. Es intérprete de este diálogo amoroso de Dios con el universo. La creación revela la gloria de Dios; gloria que se manifiesta en la persona del hombre y de la mujer libres y felices. Ireneo de Lyon decía: “La gloria de Dios es la vida del hombre”, sin embargo agregaba: “y esta vida consiste en alabar a Dios”. Monseñor Oscar Romero concreta más: “La gloria de Dios es la vida de los pobres”. Esto vale para la ecología. No se puede ni se debe separar la ecología y la opción por los empobrecidos. La comunión con el universo se da a partir de la relación de justicia entre las personas y entre los pueblos (véase Sal. 67; 146). El ser humano no es señor del universo. Pertenece a éste como primicia de la creación.
7.3. La dimensión humana y liberadora
Los textos bíblicos sobre la creación provienen de un contexto histórico en el cual los pueblos antiguos divinizaban la naturaleza. El orden natural era símbolo y legitimación de la monarquía, de las leyes vigentes en la sociedad y del statu quo. Los reyes eran considerados hijos del sol. Los sacerdotes dominaban al pueblo manteniéndolo bajo la demonización de los elementos cósmicos, el fatalismo que aprisiona a las personas a los astros y, en fin, a una situación en la que la humanidad era objeto del cosmos. Todavía hoy, debemos tener cuidado para que una sensibilidad espiritual de tipo ecológico y holístico, no nos lleve simplemente a una ideología religiosa cómoda para los sistemas opresores del pueblo.
La Biblia busca liberar al pueblo de esta situación, desmitizando a las fuerzas del universo. Los escritores sagrados insistirán en una cierta desacralización de la naturaleza. Ella no es divina. Es manifestación de Dios, pero no es Dios. Es creación confiada a las manos del ser humano, como intendente y representante de Dios.
Al hacer eso, la Biblia no disminuyó nuestra relación con la naturaleza. La transformó. Liberó al ser humano del poder mágico de la naturaleza, no para que éste, a su vez, la esclavizase, sino para que se volviera libre para hacer la historia, para amar y promover la vida y la comunión universal. De modo alguno la visión bíblica legitima que las personas pasen a una relación violenta y explotadora con el universo.
7.4. La dimensión amorosa y contemplativa
El amor hacia el universo expresado en los salmos se concreta en la alabanza de Dios. Los salmos más “ecológicos” son himnos de alabanza. Esto es comprensible porque el propio término salmo indica alabanza. Para el libro de los salmos, la alabanza es expresión del amor.
Nosotros, cristianos, recibimos de Jesucristo la gracia de llamar a Dios, Papito, y de participar de la alianza que, como una Madre tierna y compasiva, El hizo con su pueblo en el desierto. No obstante, esta alianza no es un acto aislado. Ella nos inserta en la alianza hecha con toda la creación (véase Gn. 9). Del universo recibimos la invitación para situarnos en esta comunidad cósmica que es como una gran comunión de los santos, que no son sólo personas, sino todos los seres vivos, santificados por el amor de Dios.
Los salmos confirman que, por más conocido que sea, por más íntimo que se nos revele, Dios es siempre el totalmente Otro que la naturaleza revela, pero también oculta como Alguien que “habita en una luz inaccesible”. Este descubrimiento ubica a todas las religiones y culturas en la misma situación de búsqueda y de pobreza. Nadie es dueño de Dios. Tanto un hindú, como un indio maya, como un cristiano evangélico que sabe la Biblia de memoria, puede decir lo que cantaba uno de los mayores místicos del cristianismo antiguo:
Ningún himno es adecuado para adorarte. Ninguna palabra puede expresarte. Tú eres la fuente de toda palabra y todo pensamiento. ¿Qué nombre podemos darte? Tú posees todos los nombres. Ningún nombre es exacto para nombrarte. Tú eres el Más Allá de todo. ¿Cómo llamarte con otro nombre? 11.
1 La traducción es de Storniollo, Ivo. Salmos e Cânticos do Povo de Deus. São Paulo, Edições Loyola, 1984 (2a. ed.), pág. 80.
2 Ravasi, Gianfranco. Il libro dei Salmi. Commento e Atualizzazione. Bologna, EDB, 1986, vol. 1, pág. 523.
3 A. Weiser, citado por Ravasi, op. cit., pág. 527.
4 Cf. Jacquet, L. Les psaumes et le coeur de l’homme. Bruxelles, Ed. Duculot, 1975, vol. 1, pág. 472.
5 Ibid., pág. 468.
6 Ofício Divino das Comunidades. São Paulo, Paulus, 1994 (7a. ed.), pág. 35.
7 Bíblia. Tradução Ecumênica. São Paulo, Edições Loyola, 1994, pág. 1014. De hecho, se trata de la traducción de los textos originales con la reproducción fiel del modelo (todas las notas) de la Traduction Oécumenique de la Bible/TOB (3a. ed.), hecha gracias al trabajo de un numeroso equipo de estudiosos de diversas confesiones cristianas y del judaísmo (de lengua francesa). No hubo un acuerdo ecuménico para la traducción o adaptación a Brasil.
8 Cf. Gerstenberger, Edhard. Salmos. São Leopoldo, Comissão de Publicações da Faculdade de Teologia-Igreja Evangélica de Confissão Luterana no Brasil (mimeografiado), 1984, vol. 2, pág. 149. Sobre el Sal. 8 véase también Ek, Gerardo van. “El Salmo 8: ¿creación o liberación?”, en RIBLA (San José, DEI) No. 9 (1991), págs. 21-28.
9 Folliet, J. Le sentiment de la nature dans les Psaumes. Paris, 1932, citado por Jacquet, op. cit., pág. 301. Véase Mannati, M. Les Psaumes, 3 vols. Paris, Ed. Desclée de Brouwer (Cahiers de la Pierre qui Vire), 1966, vol. 1, pág. 132.
10 Cf. White, Linn. “The historical Roots of our Ecology Crisis”, en Science No. 115 (March, 1967), págs. 1203-1207; Horkheimer, M. Eclisse della ragione. Torino, Einaudi, 1969, pág. 93, citado por Rizzi, A. en Teologia ed Ecologia. Roma, Ed. Ave, 1992, pág. 46.
11 Gregorio Nacianceno. Hino ao Deus Inefável, citado por Ravasi, op. cit., pág. 184.
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