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domingo, 21 de febrero de 2010

Aprender De La Vida De José


Algunos años atrás, David Edwards, estaba dando una conferencia sobre la vida de José.

Él declaró: “La vida de José puede ser resumida en tres vocablos: Vendido, Encarcelado y Exaltado”. Estas tres palabras formarán el bosquejo de este capítulo.

Cuando era un adolescente, solía llorar sin control cada vez que leía la historia de la vida de José (Gn 37-49). Durante años no entendía lo que me estaba pasando ni el porqué. ¿Por qué me hacía llorar tanto la historia de José?

Entre las edades de los dieciséis y los treinta, la primera fase de mi ministerio estaba en desarrollo. Durante esos años, comencé a comprender que el patrón de mi vida era muy semejante al de José. Había un paralelo misterioso, demasiado preciso como para ser considerado como una mera coincidencia. Era como si Dios hubiera planificado mi vida misteriosamente en un molde similar al de José, en el cual, mi vida había sido echada. Así que, a la edad de cincuenta y tres, estoy más convencido que nunca de que esto es verdad.

En los treinta y cinco años o más que he sido ministro, me he dirigido a incontables líderes de la Iglesia quienes han estado pasando por experiencias similares a las de José y a las mías. Aunque no siempre había esa “pasión espiritual” intensa en José, la cual existe en mi experiencia, esos líderes están muy conscientes de que fuerzas inexplicables estaban moldeando sus vidas y ministerios.

Por esa razón, creo que un cuidadoso examen de la preparación de José para el liderato es un estudio muy valioso. De seguro que le ayudará a entender lo que ha sucedido y lo que sucederá, a medida que Dios le va preparando para el liderato y para extender sus responsabilidades. A medida que lee lo que sigue, es mi esperanza que reciba tanto ánimo de la vida de José como yo mismo he recibido.

A. VENDIDO
1. Llamamiento Temprano
José, al igual que yo, recibió una revelación concerniente a su llamamiento cuando apenas era un adolescente. A la edad de diecisiete, José tuvo una serie de sueños que Dios le dio. Tales sueños, indicaron que José estaba destinado a desempeñar un papel de liderato que lo llevaría a ocupar posiciones de prominencia y, que desde allí, iba a poder ayudar a muchas personas.

Además, así como yo, José no tuvo la sabiduría de mantenerse callado, lo cual, le metió en graves problemas con sus hermanos. Sus sueños no fueron apreciados por ellos en lo más mínimo. Tal vez había algún matiz de orgullo espiritual en José, aunque la Biblia no habla nada al respecto.

Debido a que era el hijo que tuvo su padre en su vejez, Israel (Jacob) amó a José más que a sus otros hijos. Él le hizo un hermoso “abrigo de extremos” (y de muchos colores). Las mangas le llegaban hasta la palma de las manos y la falda hasta los tobillos. Era como una indumentaria usada por los príncipes en los palacios de los reyes.

En contraste, sus hermanos vestían las túnicas cortas y pantalones de pastores de ovejas: vestiduras de hombres de campo. Todo esto combinado, hizo que los once hermanos se sintieran celosos de la posición privilegiada de José.

Un día Israel (Jacob), el padre de José, lo envió a supervisar lo que estaban haciendo sus hermanos, y a traerle un informe de ellos y de los rebaños que atendían. Cuando ellos vieron que venía José, conspiraron en la manera que lo iban a matar a fin de que pareciera un accidente. El hermano mayor, Rubén, intervino y sugirió que lo lanzaran dentro de una cisterna por un tiempo. De esa manera, José fue lanzado en una cisterna.



2. Problemas Y Contrariedades
Este tiempo en la vida de José es típico que lo padezcan, en sus comienzos, los muchos que son llamados al ministerio. En mi propio caso, tan pronto como me gradué de la escuela superior, me uní a “mis hermanos” en un instituto de entrenamiento para misioneros donde se estaban preparando para salir a los campos del mundo.

Durante mi año en ese lugar, a cada rato me metía en problemas debido a que muchos estudiantes estaban siendo bautizados con el Espíritu Santo y me culpaban a mí de ello, pues venía de una “familia Pentecostal clásica”. A menudo era “llamado a rendir cuentas” o a explicar qué parte había jugado yo en tales acontecimientos.

El hecho fue que sólo hablé con los estudiantes que vinieron a mí para preguntarme acerca del Espíritu Santo. De las docenas que lo recibieron durante ese año, solamente tres o cuatro habían venido conmigo. Los demás, lo habían recibido mientas permanecían a solas en la montaña orando y buscando a Dios. Él vio sus corazones hambrientos y se los llenó.

A medida que el año escolar progresaba, trabajé arduamente en todas mis asignaciones. Debido a mi experiencia en la operación de equipos de imprenta, trabajé muchas semanas sin compensación en la imprenta de publicaciones. Mi aptitud natural para las cosas mecánicas me calificó para trabajar muchas semanas más ayudando a remodelar un avión de carga y convertirlo en un avión de pasajeros para transportar misioneros alrededor del mundo.

Cuando llegó el momento para revisar a los estudiantes que se graduaron para entrevistas misioneras, yo recibí un papel para firmarlo. En él se me pedía que prometiera que jamás enseñaría o predicaría sobre el Bautismo del Espíritu Santo.

Por supuesto que no firmé una promesa como aquella. Tenía que ser fiel a la Biblia y al llamado de Dios para mi vida. Cuando rehusé hacerlo, me pidieron que me fuera. Con el corazón quebrantado por aquella traición, me fui desanimado y confuso. No hubo nadie que me diera las “gracias” por lo que había trabajado.

A pesar de todo aquello, los amé en Cristo. Unos años después, contribuí dinero para el fondo general de aquella misión y ayudé a sostener sus misioneros.

B. ENCARCELADO
Mientras los hermanos de José discutían lo que iban a hacer con él, una caravana de mercaderes madianitas pasaron por donde ellos estaban. Judá dijo: “¿Por qué no vendemos a José a los madianitas?”

-“¡Buena idea!” - dijeron los demás. Y así lo hicieron. José fue vendido a la esclavitud por veinte piezas de plata (el mismo precio por el cual Judas traicionó a Jesús).

En Egipto, en una venta de esclavos, un hombre llamado Potifar capitán de la guardia de faraón, compró a José como esclavo. No pasó mucho tiempo sin que Potifar se diera cuenta de que Dios bendecía todo lo que hacía José. Por eso fue que lo hizo mayordomo o ayudante administrativo de toda su casa y negocios.

1. Acusación Falsa
José era un joven muy bien parecido, y la esposa de Potifar comenzó a hacerle proposiciones amorosas. Quería que José tuviera relaciones sexuales con ella. Pero José se negaba continuamente. Un día lo agarró y quiso obligarlo a que se acostara con ella en la cama. Pero en lugar de hacerlo, José salió corriendo de la casa. En la lucha, ella se quedó con la túnica de José.

Esa noche, cuando Potifar llegó, su mujer le dijo que José había tratado de forzarla a tener relaciones con él. Tal acto enojó a Potifar extremadamente, quien ordenó que le metieran en prisión de inmediato.

“Afligieron sus pies con grillos; en hierro fue puesta su persona…” (Sal 105:18). Por medio de la mentira de la esposa de Potifar, José fue encarcelado.

¿Podría usted identificarse con estos problemas al reflexionar sobre los primeros años de su ministerio? Quizás usted esté padeciendo de una gran “traición” o falsa acusación, alguien le ha vendido o traicionado y está sangrando por una experiencia tan dolorosa. No obstante, Dios tiene un propósito para ello.

2. Dios Está En Control
Encuentro extremadamente interesante notar que la Biblia dice: “Envió [Dios] un varón delante de ellos, a José, que fue vendido por siervo para salvar a su pueblo del hambre” (Sal 105:17). ¿Dios envió a José? Yo pensaba que fueron sus hermanos los responsables de tramar su muerte y de venderle como esclavo. Sí, esa es la historia que el hombre puede ver, pero desde el punto de vista divino, Dios estaba envuelto en tal negocio todo el tiempo, obrando todas las cosas para el bien de José y de la familia escogida.

Si solo pudiéramos entender esto cuando las pruebas, rechazos, malos entendidos e injusticias vienen a nuestras vidas. Dios está en control. Si no somos culpables de cosas malas, y no estamos sufriendo por desobedecer voluntariamente, sabemos que Él hará que todas las cosas que parezcan obrar contra nosotros, obren para nuestro bien y el bien de los demás.

3. Un Ejemplo Personal
Dios me tenía que enseñar algo muy importante. Cuando me inicié como predicador estableciendo nuevas iglesias, otros líderes de la iglesia me acusaron de cosas falsas. Yo no había hecho nada malo, pero dado a ciertos sacrificios que yo estaba haciendo al servir al Señor, tuvieron sospechas y celos.

a. Censurado. Me enteré que había sido censurado por hermanos a los cuales no les había hecho nada. Había sido traicionado por hermanos en quienes había confiado.

A medida que oraba y ayunaba, el Señor comenzó a darme versículos de la Biblia para ayudarme a entender lo que estaba sucediendo.

“…mas a aquel miraré que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra…

Oíd palabra de Jehová, vosotros los que tembláis a su palabra: Vuestros hermanos los que os aborrecen, y os niegan por causa de mi nombre, dijeron: Glorifíquese Jehová. Mas él se mostrará con alegría vuestra, y ellos serán confundidos” (Is 66:2, 5).

Con este versículo me convencí de dos cosas. Una: a pesar de lo que sucediera, tendría que mantener una actitud humilde y no contestar con ira ni arrogancia a nadie. Dos: estaba seguro de que me “iban a echar fuera de la confraternidad” de mi denominación.

Un día el Señor me dio un mandato muy específico y sobrenatural que me abrumó. Fue una declaración clara y precisa acerca de toda la situación. Sabía con precisión lo que iba a suceder y lo que tenía que hacer. En esa ocasión, el mensaje de Dios vino hacia mí en la 3ra. epístola de Juan.

Este libro relata la historia de un hombre llamado Diótrefes que es descrito en las siguientes palabras: “…no recibe a los hermanos y prohíbe a los que quieren recibir, y los echa de la iglesia” (v 10b).

Con un corazón muy triste, me senté y escribí una carta a mis enemigos. Les expliqué que Jesús dijo “Ama a tus enemigos”. Les aseguré respecto a mi amor hacia ellos y el porqué no tenía otra alternativa excepto la de presentar mi renuncia. Era la única manera de resolver la situación pacíficamente. Mi renuncia trajo paz. El mar tempestuoso se calmó.

b. Todas Mis Esperanzas Desaparecieron. Pero para mí también trajo la sensación de desesperación y frustración de que jamás podría cumplir el llamamiento para el cual había sido llamado.

Secretamente, se me había adherido a la única esperanza visible que tenía de que un día mis hermanos me ayudarían. Bajo sus auspicios, podría salir hacia alguna parte del mundo no evangelizada y poder ayudar a alcanzar a los perdidos para Jesús. Pero ahora ¡TODAS MIS ESPERANZAS SE HABÍAN DISIPADO! De seguro que nunca sucedería.

Le dije a mi esposa: “No hay manera alguna de que un día pueda cumplir mi llamado a predicar el evangelio en todo el mundo. Debí haber estado terriblemente equivocado once años atrás, tiempo en el cual, salí a obedecer lo que pensé que era el llamado de Dios. No hay manera de que pueda suceder en el presente”. Desde el punto de vista natural, eso era cierto.

c. Dios Tenía Un Plan. Ese fue uno de los tiempos más tenebrosos de mi vida. No sería hasta algunos años más tarde que llegaría a entender a plenitud que, así como José y sus hermanos, algunos “pensaron mal contra mí, mas Dios le encaminó a bien…para mantener en vida a mucho pueblo” (Gn 50:20).

A medida que continué buscando al Señor, Él me dejó saber que aunque tenía que ser cuidadoso, nunca debo “usar mal de mi potestad en el evangelio…SIENDO libre para con todos, me he hecho siervo de todos para ganar más” (1 Co 9:18, 19).

Al mismo tiempo, nunca soñé que Dios tuviera un plan tan grande para mi vida y ministerio. No tenía idea de que el Señor abriría puertas para nosotros en todo el mundo, a través de todas las barreras denominacionales.

1) El “Ministerio De José”. Siempre he tratado de reverenciar y honrar a mi denominación a pesar de lo que sucedió. Tampoco sugiero que lo que hice al retirarme deba ser el curso que todos tengan que seguir.

De José ya se había profetizado: “Las bendiciones…Serán sobre la cabeza de José, y sobre la mollera de…sus hermanos” (Gn 49:26). José no era un “hermano separado” por su propia voluntad, sino por la providencia divina. Así como yo, si hubiera sido su alternativa, se habría quedado dentro del círculo de la seguridad familiar, bajo la protección del patriarca. Sin embargo, Dios tenía un plan diferente para José.

La palabra del Señor acerca de su persona indicaba que él sería: “Rama fructífera junto a fuente, cuyos vástagos se extienden sobre el muro” (Gn 49:22). Las murallas jamás pueden encerrar un “Ministerio al estilo del de José”. Sus ramas siempre se extenderán por sobre la muralla, a fin de que cualquiera que esté en necesidad de su sombra o que esté fatigado y hambriento, pueda acogerse bajo su fresca sombra y comer de los frutos de sus ramas.

Las frutas y la sombra de una “rama que se remonta sobre la muralla”, están a la disposición del viajero sin tener que pagar por ello; como puede ver, ningún precio puede ser colocado sobre el fruto tomado de una rama que pasa por “encima del muro”.

Bajo la costumbre del Antiguo Testamento y el decreto del orden levítico, las ramas y el fruto que “pasaban por sobre la muralla” pertenecían al público, cualquiera podía comer de su fruto gratuitamente. Francia todavía mantiene esas leyes bíblicas de la agricultura, y sus agricultores son bendecidos por ello.
El clamor sale como en los tiempos antiguos: “A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero venid, comprad, y comed. Venid, comprad, sin dinero y sin precio, vino y leche” (Is 55:1).

Fue para este “Ministerio de José” que Dios me estaba preparando. Pero en ese tiempo, no entendía la plena implicación de lo que estaba ocurriendo.

El sentido de ejecución, la soledad y el aislamiento fueron elementos muy difíciles para mi (así como pudieron haberlo sido para José). No obstante, Dios me había puesto en medio de todas aquellas circunstancias. No había nada que yo pudiera hacer para escapar de las mismas (a menos que estuviera dispuesto a violar la voluntad de Dios).

4. Probado Por La Palabra
“Hasta la hora que llegó su palabra [la de José], el dicho de Jehová le probó [examinó]” (Sal 105:19). Diez o doce años encerrado en prisión con cadenas en sus muñecas y un collar de acero alrededor de su cuello, destruiría la vida de cualquier hombre inocente.

José estaba en la estructura de las circunstancias diseñadas por el arquitecto divino. Pero al no tener conocimiento seguro de ello, hizo que su vida tuviera frustraciones indescriptibles. Si sólo hubiera sabido con seguridad, tal vez sus tribulaciones habrían sido más llevaderas o tolerables.
Todo lo que tenía eran sueños, y nada había obrado de la manera que los sueños indicaron. De hecho, todo lo que había sucedido hasta la fecha, era contrario a la revelación que había recibido de Dios.

Los sueños de José no indicaban que tendría que sufrir un rechazo total de parte de sus hermanos y que sería lanzado a una marmita o cisterna. Tampoco había indicación alguna en la revelación del Señor de que sería vendido como esclavo, que sería acusado falsamente y que pasaría largos años en prisión. Debió haberse preguntado: “¿Qué es lo que está pasando? ¿Por qué me está sucediendo todo esto?”

Cuando el primer mártir, Esteban, estaba exponiendo su último mensaje sobre la tierra, él relató la agonía de José: “Dios…le libró [a José] de todas sus tribulaciones” (Hch 7:10).

Sí, él padeció terribles persecuciones, persecuciones indescriptibles.

El no había hecho nada malo entre los de su casa, ni en la casa de Potifar. Sin embargo, allí estaba como un esclavo y prisionero, sin esperanza de volver a ver la luz del día. Se había conservado en castidad y pureza moral. Su recompensa había sido una condena de por vida y sin libertad condicional en un calabozo apestoso, caluroso, lleno de piojos, infestado de ceniza y cubierto de estiércol.

La mayoría de nosotros jamás llegaríamos a experimentar los sufrimientos que José padeció durante aquellos años solitarios de encarcelamiento. Tal vez vivía alimentándose de atole (alimentos líquidos) y probablemente no tenía agua limpia para beber, excepto las aguas sucias del Río Nilo para calmar su sed. Estaba siendo una víctima de los tratos y preparaciones de Dios.

Él, así como muchos de ustedes, fue escogido por Dios para el liderato, y esas circunstancias adversas constituyeron su universidad. Antes de que Dios terminara con José, éste último habría concluido varios doctorados en la “escuela de los golpes fuertes”.

C. Exaltado
Creo que la cosa más increíble para mí con relación a José, es su elasticidad, su increíble habilidad para mantener buenas relaciones con Dios, a pesar de tales circunstancias. Es un hecho que estaba libre de toda amargura y enojo, lo cual, podía verse en la fortaleza de la gracia maravillosa de Dios que le sostenía (le capacitaba).
1. Fiel Mayordomía
Cerca de unos diez años después de que José fue metido en prisión, dos de los presos tuvieron sueños. José se los interpretó al instante a ambos hombres. Aún en aquel foso infernal de la prisión, después de tantos años, el don de Dios todavía operaba en José. ¡Cuán asombroso!

Fue esa singular y fiel mayordomía de los dones de Dios, lo que eventualmente le condujo a su promoción y exaltación.

José le dijo al jefe de los coperos la interpretación de su sueño. Él sería restaurado a su posición de privilegio en el palacio de faraón. Y así sucedió, comprobando, de esa manera, la validez del don profético de José.

José apeló al copero para que hablara en su favor con faraón para ver si obtenía una suspensión de la sentencia o condena. Pero el desagradecido copero se olvidó muy pronto de José. Mientras tanto, el pobre panadero había sido ejecutado, como José se lo había dicho cuando le interpretó su sueño.

Dos años pasaron. Entonces, un día se difundió la noticia por todo el palacio de que el faraón había tenido varios sueños que le tenían muy perturbado.

Repentinamente el copero del rey se acordó de José. Tal vez él podría interpretar los sueños de faraón. Como resultado de la petición del rey para una audiencia, José fue bañado, afeitado, vestido apropiadamente y llevado de prisa ante la presencia de faraón.

Tan pronto se enteró de los sueños, inmediatamente José expuso la interpretación. Habría siete años de gran abundancia en la agricultura, los cuales, serían seguidos de siete años de gran hambre y sequía en toda la tierra.

José también delineó ante faraón un plan de catorce años de acción que minimizarían el impacto de la calamidad que vendría.

2. Promoción
Faraón estaba tan impresionado con José que le hizo al momento, segundo después de él en el gobierno de todo Egipto. Sólo faraón sería más grande que José en autoridad.

“Entonces Faraón quitó su anillo de su mano, y púsolo en la mano de José, e hízole vestir de ropas de lino finísimo, y puso un collar de oro en su cuello… He aquí yo te he puesto sobre toda la tierra de Egipto” (Gn 41:42,43).

¡Finalmente ocurrió! José había sido “exaltado” hasta ocupar el trono de Egipto. Su extenso matrimonio con el dolor, la soledad, la prisión, las cadenas y los grillos de hierro se terminaron. ¡Su día había amanecido! Ese fue el día en el cual la palabra de la promesa de Dios finalmente comenzaba a cumplirse.

3. Nuestro Día De Coronación
Sé que para todos los que hayan olvidado o dejado a lado todas las cosas para seguir a Cristo, este día de coronación será seguido de otra era, en la cual reinaremos con Él. Pero créame, las pruebas y sufrimientos por los que pasamos en el presente, determinarán la extensión de nuestra remuneración en ese día.

No obstante, también sé que aún en esta vida Jesús prometió darnos padres, madres, hermanos y hermanas; además de tierras, casas, etc. a todos los que hayamos dejado todo para seguir a Cristo (Mt 19:29). Hay días celestiales sobre la tierra para los que son llamados, escogidos y permanecen fieles como lo fue José.

D. CONCLUSION
“No os engañéis…todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer bien; que a su tiempo segaremos, si no hubiéremos desmayado. Así que, entre tanto que tenemos tiempo, hagamos bien a todos, y mayormente a los domésticos de la fe” (Ga 6:7-10).

“Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es vano” (1 Co 15:58).

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